La improvisación en el ejercicio del derecho


En muchas ocasiones a los abogados nos contratan con la idea de que todos sabemos que hacer en un conflicto determinado, y que sabremos que decir, como discutir y como pelear en un momento dado. La frase de siempre es, abogado yo lo contraté para que me defienda. Muchos clientes piensan también que los abogados somos magos que vamos a sacar de un sombrero lo que ellos piensan que se puede lograr, y otros, ven al abogado como un personaje capaz de corromper a todo el mundo para beneficiarlos. 

Los abogados estudiamos mucho para analizar los casos, saber cuales son los derechos en juego, y argumentar en derecho lo que corresponda.

No es una labor sencilla, afrontar un caso, o un conflicto ajeno como propio y tratar de darle una solución inmediata. No se trata de algo que se aprenda de la noche a la mañana, se trata también de la experiencia y de la capacidad de aprender de cada caso, cómo se debe enfrentar cada situación de la mejor manera.

Existen perfiles de abogados pendencieros, alegadores, gritones, algunos con éxito, otros sin pena ni gloria, que se enfrentan a los gritos contra las otras partes, tratando de intimidar, doblegar y humillar. Es una estrategia de algunos, y es la imagen que tienen muchas personas de los abogados.

No todos los abogados son de ese estilo, hay quienes enfrentan cuando hay que enfrentar, argumentan cuando hay que argumentar, acuerdan cuando hay que acordar, en resumen tienen un abanico de posibilidades de reacción de acuerdo con cada caso. Ello no es tan fácil, pues se requiere de conocimiento y experiencia para adoptar la mejor estrategia.

Así como el ajedrez, en el derecho se debe planificar los movimientos que se deben hacer, y los estudios han demostrado que el ajedrecista reacciona con base en su experiencia así como los deportistas, es decir, cuando se practica un deporte, se repite y se repite un movimiento hasta crear una memoria muscular que haga que el cuerpo repita un movimiento cada vez que se presenta la misma situación. Así el ajedrecista, como el deportista realiza un movimiento con base en su experiencia previa y en su práctica, el abogado toma de sus experiencias pasadas y de su estudio previo, la mejor forma de sortear una situación.

La habilidad para elaborar una estrategia para un caso y cambiarla en el camino, la adquiere el abogado con el paso del tiempo, con el estudio y la acumulación de la experiencia. No se trata de una improvisación, pues en el derecho improvisar puede ser muy arriesgado, se trata de construir una estrategia previamente, y replantearla y reformarla a medida de que va avanzando el caso. La capacidad de reacción y la escogencia de una estrategia correcta hace la gran diferencia entre el éxito o la derrota.

Se puede decir que la improvisación  conduce a malas decisiones  que llevan al desastre y a la pérdida del caso, o a decisiones riesgosas, dejando al azar y a la suerte la conclusión de un asunto jurídico, lo cual, en muchas ocasiones conduce también al desastre. En consecuencia, la lógica indica que el abogado no debe improvisar.

Algo diferente es que el abogado haciendo de ajedrecista, conozca el juego, conozca cómo mover las fichas, diseñe una estrategia y en el camino, la vaya ajustado para lograr los objetivos de conformidad con la Ley y el Derecho, basándose en su conocimiento y su experiencia.

 

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