LOS PROBLEMAS DEL TESTIMONIO COMO PRUEBA




LOS PROBLEMAS DEL TESTIMONIO COMO PRUEBA





La prueba testimonial es una de la pruebas más antiguas desde el punto de vista procesal, y durante mucho tiempo fue la prueba de mayor valor, antes de que el peritaje a través de la ciencia, la prueba documental a través del video, la fotografía  y los chat, permitieran captar mejor la realidad de lo ocurrido.

Es deber del juez en el juicio tratar de reconstruir los hechos ocurridos y objeto del debate jurídico a partir de las pruebas aportadas por las partes o las que él mismo ordene de oficio cuando tiene dicha facultad -pues en materia penal le está prohibido decretar pruebas de oficio para no quebrantar la igualdad de armas-. Pese a ese deber, el juez se enfrenta con varias limitantes para hallar la verdad, el primero es el principio de oportunidad de la prueba, que es la etapa procesal donde deben aportarse las pruebas por las partes, el segundo es el tiempo, solo se pueden incluir y practicar las pruebas en un límite de tiempo para evitar que los juicios sean eternos, y el tercero es la legalidad, que establece que solo se podrán valorar las pruebas que cumplan el debido proceso y no afecten derechos fundamentales.

El testimonio es un tipo de prueba que comprende la declaración de alguien que ha percibido los hechos objeto del juicio a través de sus sentidos (vista, oído, tacto o gusto). Existen diferentes clases de testigos:

Testigos directos: Que percibieron los hechos objeto de juicio en el momento ocurrido.
Testigos indirectos: Los que captaron hechos antes o después o relacionados con los hechos objeto del juicio
Testigos de oídas: que conocieron de los hechos por conducto de un testigo directo.
Testigo sospechoso: Que guarda cierta relación o interés con alguna parte.
Testigo calificado: Quién además de captar los hechos, tiene un conocimiento especial o una profesión o técnica que le permite dar un concepto especializado.
Testigo inhábil: Que tiene una incapacidad física o mental permanente o temporal para declarar.

Al testigo como prueba se le trabajan varios aspectos:

Acreditación: Quién es, qué hace y por qué viene a rendir testimonio.

Memoria: Si puede recordar bien los hechos.

Coherencia: Si puede narrar de manera lógica, clara y consistente los hechos ocurridos.

Credibilidad: Por qué se le debe creer al testigo.

Desafortunadamente, toda persona tiene sus limitantes, y en efecto, puede no recordar bien lo que ocurrió luego del paso del tiempo, puede que tenga errores de percepción, pues estaba oscuro, no pudo ver el detalle, o mal interpretó los hechos ocurridos. Así las cosas, se presentan varias versiones de un mismo hecho, dadas por diferentes personas, generando cuatro versiones en un juicio: La del demandante, la del demandado, la que se recoge en la sentencia y la que realmente ocurrió.






Es también claro que el juez tiene tiene que oír a las dos partes dentro de un juicio, y debe analizar la veracidad de cada historia, partiendo de que en efecto ambas tienen un interés en el proceso, y es que se le reconozcan las pretensiones. De esta manera, a pesar del apremio por decir la verdad so pena de incurrir en falso testimonio, siempre existirá un interés y una tendencia natural de las partes de contar las cosas como mejor le convenga. Así las cosas, un testigo puede tener un interés marcado por su relación con alguna de las partes, narrando los hechos de una manera muy conveniente a la parte que a veces lo llama como testigo.





En muchas ocasiones los hechos se interpretan, y solo de la visión en conjunto de varios testigos se puede reconstruir una versión lógica de lo que ocurre. En algunos casos, los testigos son concurrentes en sus versiones y no existen tantos problemas para la reconstrucción de los hechos. Existen ocasiones en que los testigos son sospechosamente concurrentes y se observa que han sido instruidos o libreteados, por lo cual pierden en gran forma la credibilidad. Y en otros casos, existen verdaderas incoherencias y contradicciones entre los testigos, donde se debe hacer mayor esfuerzo para reconstruir la verdad, descartando la totalidad o parte de las declaraciones de algunos testigos, e interpretando de forma global la declaración de otros, y en últimas, a través de los criterios de la sana crítica construir una versión final en la sentencia de lo probado.




La prueba le pertenece al proceso, no a las partes, en ocasiones puedes presentar un testigo o solicitar un testimonio que en últimas te resulta adverso o contrario, porque declara algo que te desfavorece en tu teoría del caso. Ello ocurre cuando no conoces previamente al testigo y revisas lo que sabe. También puede ocurrir que en el contrainterrogatorio el testigo diga otras cosas o se contradiga, y la prueba pierde su consistencia y credibilidad. O en últimas, de que el testigo en efecto declare mentiras.

Un testigo desconocido puede ser imparcial y objetivo, y declara lo que realmente sabe, pues no tiene ningún interés ni relación con las partes. Sin embargo, no conocer la declaración previamente es un alto riesgo, pues pueden surgir hechos o circunstancias nuevas que pueden tomar por sorpresa al interrogador, y que lo puede afectar en gran manera.






En relación con los testigos, como ya se mencionó existen testigos fabricados dispuestos a decir una mentira, a sostenerla e incluso a soportarla con otras evidencias falsas. Cuando existen testigos fabricados, es bastante complicado enfrentarlos y atacarlos sin una buena preparación. Son testigos adversos, que se comprometen con la mentira y la defienden hasta las últimas consecuencias, por tanto, justifican sus mentiras, modifican las respuestas, cambian las versiones y cubren su mentira a través de una declaración lógicamente coherente, pero falsa.

Los seres humanos tienen una facultad especial para decir mentiras, para amañar las versiones a sus mentiras, e incluso llegan a creérselas, para convencer a la audiencia, hasta el último momento, e incluso aunque exista contra evidencia que desacredite lo que está diciendo. Una vez una persona incurre en perjurio defiende su posición como causa propia, pues tiene todo que perder.



El juez debe tener bien claro que en un proceso complejo, pueden existir dos versiones de un mismo hecho, debido al interés contrapuesto de las partes, y debido a la interpretación que haga cada parte de los hechos. El juez no debe concentrarse en ver cuál de las dos versiones es más lógica, sino en tratar de establecer la veracidad de cada hecho para luego crear su propia versión en la sentencia.


En el derecho es claro que existe una verdad real y una verdad procesal. En la verdad real, es lo que realmente ocurrió, pero la verdad procesal, es aquella reconstruida en el juicio a través de las pruebas practicadas. Lo ideal es que la verdad real y la verdad procesal concuerden, sin embargo, no siempre es así, porque no se pudo probar, porque una prueba de decreta como ilegal, o porque existió un fraude procesal que logra engañar al juez.




En los juicios, hay ciertos testigos que por su naturaleza tienen un gran impacto en la audiencia, ya sea negativa o positiva. Cuando existen niños como víctimas, la tendencia humana es a su protección, así que el supuesto agresor inicia con desventaja. Así mismo ocurre con los ancianos, las mujeres y otras personas con cierto tipo de discapacidad.
En los procesos con personalidades públicas carismáticas, también es difícil manejar el tema de credibilidad, pues la admiración que generan en la audiencia los hace parecer buenos, y se requiere hacer mucho esfuerzo para probar lo contrario.

En igual sentido, los lobos siembre tendrán su mala fama y será muy difícil hacerlos percibir como víctimas. Aquí nos encontramos con denuncias de acoso sexual, violencia intrafamiliar y violación en contra de hombres, donde es muy complicado cambiar la percepción de la audiencia, de que dicha persona puede ser inocente.








 

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