La sabiduría de un abogado es saber cómo actuar.
Sin duda en esa frase se
encuentra gran parte de nuestro que hacer como abogados.
Saber interrogar
razonablemente: el método socrático es un ejemplo, pero no en todo, de que a
través de preguntas se llega al conocimiento. Y digo, no en todo, pues Sócrates
se metió en grandes problemas por falta de prudencia. Saber interrogar y
permitir que el interrogado diga o exponga lo que necesita en un caso, no es
tarea fácil. El testigo es el actor en la escena, y el abogado no puede
exponer, solo tiene preguntas, y un límite de tiempo y de preguntas. Para un
abogado entrenado para argumentar, es difícil convertir sus mejores argumentos
en preguntas, además que si una pregunta es argumentativa, la van a objetar. La
lógica es, ¿que quieres que diga el testigo? Pregúntale eso, comienza con la
respuesta, y a partir de ahí diseñas la pregunta. Un interrogatorio no es un
tema sencillo, pues vas a tener testigos hostiles, testigos que van a mentir,
testigos nerviosos, testigos olvidadizos, testigos viciosos y testigos con baja
educación.
Escuchar con atención: en
escuchar están los detalles. Un caso en gran parte depende de que escuches bien
lo que tú cliente dice, lo que los testigos dicen, lo que tú equipo de apoyo te
diga, lo que los peritos dicen. ¿Quieres saber qué hacer? escucha con atención.
En un juicio, escucha bien los que dicen los declarantes, para saber qué
preguntas debes hacer. Escribe lo que escuchas para que no se te olvide,
procesa y analiza lo que dicen y compáralo con los documentos y las otras
declaraciones.
Responder serenamente: cada
actuación de las demás personas es un reto a tu inteligencia. El juez, tu
contraparte, los testigos y tus clientes, buscan o requieren una respuesta de
tu parte. La experiencia hace que ya tengas muchas de esas respuestas listas,
Pero hay otras oportunidades donde debes analizar lo que vas a responder. El
ímpetu, la rabia, el desconcierto, la duda, tienen sus pros y sus contras, hay
veces que debes batirte con ímpetu y con furia, hay veces que debes guardar la
serenidad. No siempre se tiene el tiempo para saber lo que harías, lo que es
mejor hacer, lo que se espera de tí, y lo que es favorable a tu cliente.
Callar cuando tienes nada que
decir: Nunca se deba hablar de más, solo di lo que te pregunten, guarda
silencio si no estás obligado a hablar. Son algunos consejos que tenemos en
mente, pero sobre todo, si tu contraparte la está embarrando, déjalo y guarda
silencio. El silencio es muy importante, protege de no decir cosas confusas,
irrelevantes e inconvenientes. Interrumpir, cortar o acortar una declaración es
necesario cuando tantos detalles surgen como impertinentes o inconvenientes.
Saber cuándo preguntar y sobre todo que no se debe preguntar también es
importante.
Todo ello hace parte de la
sabiduría que debe manejar un abogado, Pero no solo eso, también la debe
enseñar a sus clientes.
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