LOS LITIGANTES NO PEDIMOS TRABAJO, BUSCAMOS BUENOS CLIENTES

 LOS LITIGANTES NO PEDIMOS TRABAJO, BUSCAMOS BUENOS CLIENTES.



Por Jorge Arturo Abello Gual.


La mayor parte de profesiones liberales implican la prestación de un servicio como una asesoría, la ejecución de una obra, la ejecución de un trabajo, etc.

Los abogados prestamos un servicio a nuestro cliente que consiste en una asesoría, en la elaboración de un contrato, en la representación judicial en un proceso o la realización de un trámite administrativo, a cambio del pago de unos honorarios como remuneración de ese servicio.

Nuestros servicios pueden ser temporales o permanentes, de ahí que algunos abogados sean contratados laboralmente por la prestación de un servicio permanente, que implica a su vez una remuneración y el cumplimiento de un horario, a cambio de un salario.

A diferencia de un abogado contratado laboralmente, cuyo salario y tiempo se encuentra estipulado, el abogado independiente funciona como una empresa, gana de acuerdo con la cantidad de clientes que tenga y también de a cuerdo con la calidad de los mismos. Si tienes pocos clientes, puedes organizarte mejor, pero si pierdes uno, ello afecta directamente tus ingresos. Si tienes muchos clientes, se hace necesario más organización, contratar colaboradores y distribuir muy bien el tiempo. 

La calidad de tus clientes se miden de acuerdo con la proporción entre lo que pagan y el trabajo y esfuerzo a realizar. Buenos clientes, pagan buenos honorarios, y ocupan el tiempo justo. En estos casos la remuneración no solo es proporcional al trabajo prestado, sino deja un buen margen de utilidad, que permite pensar en ahorro y en reservas. Los malos clientes pagan muy mal, y el trabajo requiere mayor esfuerzo y tiempo del que están remunerando, por regla general generan más gastos, más molestias y pérdidas al ejercicio.

Los buenos clientes tienen buena información, buena organización y son eficientes en el tiempo. Los malos clientes, no tienen información, son desorganizados y mienten incluso a su propio abogado, así que terminan siendo un gran problema para el.. En todo caso, hay malos clientes que pagan bien, pero siguen siendo un dolor de cabeza, y hay que tenerles mucho cuidado.

Los malos clientes, piden rebaja, no pagan completo o no pagan, o solo quieren pagar si ganan el proceso. Los buenos clientes pagan bien, son puntuales y pagan lo prometido, y por eso, ellos no piden rebaja, uno se las ofrece porque es bueno trabajar con ellos.

El mal cliente es desconfiado, regañón, acude a otros abogados al tiempo, se queja del servicio sin justificación, y amenaza con irse con otro abogado. El buen cliente confía en su abogado, defiende su abogado, y trabaja con su abogado.

El mal cliente quiere ganar a toda costa, aún si sabe que es culpable o que teniendo que pagar, no quiere pagar. El buen cliente, es consciente que hay casos que no se pueden ganar, pero que se pueden negociar y evitar el menor daño posible. El mal cliente piensa que la justicia tiene un precio. El buen cliente es consciente de que debe pagar un precio por sus errores.

Los buenos clientes vuelven, los malos clientes no vuelven a menos que no tengan otra opción.

Los litigantes no necesitamos trabajo, sino buenos clientes, pero los buenos clientes también se construyen, y dependen de la calidad de nuestro servicio y de nuestras actuaciones. Los malos clientes siempre dirán que son malos abogados, a pesar del trabajo y del esfuerzo realizado, y son una pésima publicidad.

Cuando tengas un buen cliente, esfuérzate, se cumplido, diligente, organizado y has que sienta que tu trabajo vale cada centavo que te pago. Si identificas a un mal cliente, evita trabajar con él, pero eso sí cóbrale la asesoría.

Este artículo fue escrito para abogados o firmas de abogados, pero aplica para todos.


Comentarios